domingo, 18 de abril de 2010

Empresarios autónomos, capitanes de un Titanic que se hunde en España

Carlos Alvaro Roldán - EL MUNDO.ES
Madrid.- Luis Monje representa uno de los múltiples rostros del sector empresarial español más castigado por la crisis económica, el de los trabajadores autónomos. En su frutería madrileña del barrio de La Latina, con dos empleados, Luis Monje muestra la factura sin pagar desde hace tres meses de un cliente: 956,7 euros. "Dudo ya que la cobre", asegura. "Acabo de enterarme de que tuvieron que cerrar".

Monje es uno de esos microempresarios a los que Lorenzo Amor, presidente de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), gusta de llamar "capitanes del Titanic", es decir, "que se hunden con su barco cuando las cosas van mal". Y sus "embarcaciones", 3,2 millones, representan el 90% del tejido empresarial español, con una aportación del 20% al producto interior bruto (PIB), y generan en torno a un 40% del empleo en España.

Desde mayo de 2008, cuenta el responsable de ATA, la crisis forzó a 700.000 autónomos a darse de baja, Compensados con 500.000 altas o "nuevos valientes". "Otros 300.000 están hoy en la cuerda floja", aclara Amor. El presidente de la ATA observa cuatro grandes causas. Una de las principales es la morosidad desatada por la crisis, que obligó a cerrar una de cada cuatro microempresas y afectó al 60% de los autónomos. A la falta de pagos se suman la gran desconfianza de la población española, con una caída de la demanda y el consumo; las restricciones de crédito, que afectan a 8 de cada 10 autónomos y les convierten "en bicicletas sin ruedas" según Amor, y por último la economía sumergida, que algunos analistas cifran en un 23 por ciento del PIB. Hace unas semanas la Comisión de Industria y Comercio del Congreso, a iniciativa de Convergencia i Unió (CiU), aprobaba una reforma de la ley 3/2004 sobre morosidad en operaciones comerciales. Con la nueva Ley de Morosidad se intenta atajar una de las tradicionales lacras para los autónomos, el largo periodo de pago de facturas, hasta ahora de 94 días de media en España frente a los 54 de Europa. Con un periodo transitorio de aplicación hasta 2013, las administraciones públicas deberán pagar en un máximo de 30 días frente a 60 para los entes privados. Y estos tiempos comienzan a contar desde que se presta el servicio o se entrega la mercancía, y no desde la recepción de la factura como hasta ahora. Además, los deudores pagarán intereses en la demora, de un máximo del 15 por ciento. Tanto la ATA como la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA) recibieron positivamente la reforma, aunque ambas coinciden en lamentar el largo periodo previsto para su aplicación. Para Lorenzo Amor, "es necesario una articulación para cumplir los pagos". Amor destaca que uno de los mayores logros de la reforma es la eliminación de un posible "acuerdo verbal" entre las partes, "lo que siempre dejaba al pez pequeño en manos del pez grande". El zaragozano Alberto Jiménez es una de las víctimas de la morosidad. Autónomo desde 1997, en 2004 creó una cooperativa con otras 26 personas centrada en revestimientos de cerámica en edificios nuevos. "Hasta 2008 no tuvimos problemas, pero entonces comenzaron a devolver pagarés y acabamos en un concurso de acreedores". Resultado: cada uno de los antiguos socios tiene hoy una deuda de 40.000 euros (54.000 dólares). Menos optimista que las asociaciones del sector, para Jiménez la nueva Ley de Morosidad es "más de lo mismo". "Qué más da si se rebaja el periodo de cobro si no se respeta el actual", sentencia. Sin embargo las cifras de los analistas son elocuentes. En caso de que tanto administraciones públicas, "los peores pagadores", según Amor, como los entes privados pagaran a tiempo sus deudas, se inyectarían en las pequeñas y medianas empresas unos 6.400 millones de euros (8.700 millones de dólares) y se salvarían en torno a 600.000 empleos. Para la consultora Intrum Justitia, 9.300 millones de euros (12.600 millones de dólares), un 1 por ciento del PIB, volverían a la economía real. Pero lejos de las grandes cifras, microempresarios como el frutero madrileño Luis Monje subrayan un aspecto importante para la supervivencia de sus negocios, "la confianza de sus clientes". "Sin ella mi pequeño negocio estaría muerto, y por ello estoy dispuesto a esperar algo más de tiempo a que me paguen las facturas", asegura guardando el pagaré de 956,7 euros. "De recuerdo", añade con una media sonrisa.

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